Las prisas son malas consejeras, vale más perder una oportunidad, que embarcarnos en una aventura de la que no tenemos todas las claves. Antes de cerrar ningún trato deberemos tener muy claro QUÉ vamos a adquirir, a QUÉ PRECIO y en QUÉ CONDICIONES. Básicamente, estamos hablando de:
- Los equipos e instalaciones (y el local si fuera el caso…). Es lo más fácil de valorar, pero debe tenerse en cuenta su antigüedad y sobretodo la vida útil que les queda
- Las obligaciones asumidas por la Clínica, destacando los contratos laborales, o los convenios con terceras partes, por ejemplo, las mutuas, si así fuera. Cuando existen contratos laborales de larga duración, tenemos que tener muy claro que son trabajadores que nos convencen plenamente pues de lo contrario pueden suponer un coste muy elevado si se prescinde de sus servicios.
- La cartera de pacientes. El apartado más difícil de valorar y por tanto el más complejo de identificar en un contrato. Se recomienda que la adquisición de una cartera de clientes vaya ligada a un plan de pagos que sólo se ejecutará en razón del efectivo seguimiento de los pacientes con el nuevo propietario. En este sentido es muy importante que exista un período de transición durante el cual, el “vendedor” y el “comprador” conviven al frente de la Clínica procediéndose a un traspaso ordenado de la cartera, beneficioso para todo el mundo.
- Toda inversión conllevará una financiación, que generalmente será a través de entidades financieras. A la hora de negociar el préstamo, es conveniente estar acompañado/a por un asesor de confianza que pueda negociar las mejores condiciones, rebajar el interés o las comisiones de apertura y estudio, pactar carencia en los pagos…
- Por último, es muy importante realizar una adecuada previsión de tesorería. La ilusión del nuevo proyecto no debe hacer perder de vista que se trata de una decisión trascendental a nivel económico y, por tanto, hay que prever el ritmo de cobros que puede generar el negocio y el ritmo de pagos a los que tendrá que hacer frente.